— Made… — Está bien… al
parecer no obtuvo ningún rasguño, que alivio. No puedo evitar mirar hacia todos
lados, tan solo buscando un rastro de ella.
— Ella se fue — Murmura herida sin siquiera
mirarme, su semblante había cambiado, sus ojos transmitían tristeza.
— ¿De qué hablas?
— Dante, no soy tonta, puedo darme cuenta que
estabas buscando a Camille — Manteniéndose cortante y triste.
— ¿Entonces Camille estaba contigo?
— Sí, sólo recibió un par de golpes no muy
graves y luego se marchó. No quiso esperar a nadie. — Su mirada seguía
concentrada en el suelo, y su voz se oía cada vez más quebrada. — Puedes ir a
buscarla si quieres, no debe estar muy lejos.
— ¿Qué tonterías estás diciendo Madeleine?
— No son tonterías, ambos sabemos que eres capaz
de dejar todo por evitar que algo le suceda… incluso a mí. — Me miró muy
rápidamente y volvió a mirar al suelo, pero pude notar que sus ojos estaban
húmedos.
— Madeleine… yo… —No sabía que decir, mi mente
estaba hecha añicos, confundido hasta la última hebra de mi ser.
— Sólo vete… Dante, quiero estar sola.
No lo entiendo, no puedo ser objetivo con
Madeleine y la verdad no logro descifrar si está molesta o deprimida ¿Qué acaso
no ve que estoy aquí con ella? Pero… la verdad, si Made no estuviera tan
deprimida, quizás habría ido en busca de Camille. Y desde afuera de la sala, la
veo ahí sentada, con sus rodillas contra su cara y sus brazos rodeando sus
piernas ¿Qué estará pensando? Pero sea lo que sea, es sobre mí.
— Levanta la mirada lentamente— Dante… — su voz
sonaba más quebrada que antes y sus ojos estaban hinchados.
— Dime… ¿estaba bien? — No podía mirarla, a
pesar de que sabía que no podría leerme con a un libro, es como si ambos nos
bloqueáramos ante nuestras debilidades. Miré hacia un lado.
— ¿Volviste sólo a eso? Sí, sólo necesitó un par
de puntadas en la frente y luego se fue — su voz sonaba molesta, al escuchar su
respuesta mi expresión pasó de una preocupada a una notoriamente calmada, y de
seguro Madeleine lo notó. — ¿Por qué no vas por ella? Yo me iré a casa… no te
preocupes. — Y me dio una sonrisa.
— De ninguna manera, me dijiste que estaba bien,
¿no? Ella no me necesita, me quedaré contigo. — Sus ojos se llenaron de
lágrimas nuevamente y su sonrisa se hizo amplia y honesta para así abalanzarse
sobre mí — Vámonos a casa.
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